¿Cuáles son los delitos que se activan en razón de la cuarentena por el COVID-19?

Este nuevo flagelo que aqueja a la humanidad ha puesto en serios aprietos a las economías de todo el planeta y ha puesto a los ciudadanos de cada ciudad y cada país a habituarse a nuevas dinámicas en su vida diaria, a veces de manera obligada a partir de decretos gubernamentales, o a veces motivadas por las organizaciones que lideran los temas de salud a nivel global. 

En Colombia, hacia mediados de marzo se decretó en algunas ciudades un simulacro de aislamiento preventivo en el que se pedía a las personas que se mantuvieran en sus hogares, limitando sus salidas al mínimo posible, con el ánimo de medir las posibilidades y la aceptación que una medida de este tipo podría tener en la población. Ante el resultado y prácticamente que sin encontrar otras posibles soluciones se decretó posteriormente una cuarentena de casi 20 días, siguiendo las experiencias de otros países, que con algún nivel de éxito ya las habían implementado.

Toda situación por difícil que sea hace que las personas encuentren maneras de sortearla e incluso de encontrar lo bueno en lo que no lo parece tanto. Hoy hablamos de que las familias están reunidas, luego de que hace tanto tiempo no lo estaban, ha cobrado relevancia la conversación, el juego, la comida compartiendo la mesa, el mutuo cuidado y la preocupación por el otro.

También hemos tenido que adoptar nuevos hábitos siguiendo las recomendaciones que muchas entidades de salud del mundo han difundido respecto al cuidado personal de nuestra salud. Ya somos expertos en las propiedades físicas de los tapabocas, guantes, geles antibacteriales, jabones y tipos de alcohol desinfectante. Nos hemos lavado las manos como nunca antes, con método, con una duración y frecuencia impensable hasta hace apenas unas semanas.

Pero por supuesto la manera en que se está desenvolviendo esta pandemia alrededor del mundo no solo tiene implicaciones de índole doméstica. El mayor impacto además del que evidentemente está causando a nivel de la salud de las personas es el de orden económico y social. Empresas en todo el mundo que están cerrando operaciones, sectores como el turístico que prácticamente deja de existir de un momento a otro acarreando consecuencias monumentales para aerolíneas, cadenas hoteleras, y por supuesto para ciudades enteras que vivían hasta hoy de los ingresos generados por los viajantes. A estos se suman los restaurantes, cadenas de ropa, espectáculos, que ven como ya sus clientes simplemente no existen o no tienen manera de hacer que adquieran sus productos o servicios.

Por otra parte, el sector salud enfrenta su mayor reto, que es atender un número de casos para el que en ningún lugar del mundo estaba preparado. El número de camas es insuficiente y aún más grave que eso, el número de respiradores artificiales que se necesitan en las etapas más duras de la enfermedad.

De la misma manera que los sectores mencionados se adaptan o sufren las nuevas condiciones que esta pandemia les ha obligado a enfrentar, la delincuencia también construye de manera muy rápida nuevas formas de obtener recursos y mucho más cuando por estas razones una gran cantidad de personas quedan desempleadas o sin mercados donde vender, si antes se dedicaban a la economía informal.

El mundo ha cambiado y la vida en las ciudades también. Las familias ahora están en las casas, ya no hay trancón en las vías ni aglomeración de personas en los centros comerciales.

El delincuente hace su propia lectura de las nuevas condiciones y a partir de ellas aparecen nuevas modalidades delictivas de las que tenemos que protegernos. Aquí algunas de ellas:

Estamos en una situación de emergencia ante la crisis de salud. Si bien debemos ocuparnos de evitar el contagio de la enfermedad acogiendo y poniendo en práctica todas las medidas de prevención que nos han enseñado, también debemos preocuparnos del fenómeno subyacente de la inseguridad, que de agravarse la situación, podría también transformar la manera en que entendemos nuestra sociedad.